Las verdaderas razones por las que echo de menos la lactancia materna a mi hija
Cuando tenÃa 34 semanas de embarazo, tomé un curso de enfermerÃa diseñado para enseñar a las nuevas mamás cómo amamantar. Durante ese curso, aprendà todo sobre el agarre de fútbol, ​​el agarre de cuna y la cuna cruzada. Aprendà la importancia del contacto piel con piel y los beneficios de la leche materna. Y aprendà que un pequeño dispositivo insidioso, el chupete, tenÃa la capacidad de arruinar toda mi experiencia con la lactancia materna (o eso dicen los asesores de lactancia). En ese momento, me lo comà todo, anotando todos los consejos y trucos sobre cómo lograr que mi futuro hijo se enganche, dando la bienvenida a todos los relatos de las viejas acerca de cómo aumentar mi suministro. Armado con todo ese conocimiento, pensé que la enfermerÃa serÃa fácil. Pero nunca imaginé qué tan difÃcil serÃa la lactancia materna. Nunca imaginé cuánto dolerÃa, tanto fÃsica como emocionalmente, y más que nada, nunca pensé que echarÃa de menos la lactancia materna a mi hija después de haberla destetado.
Las cosas empezaron bien. Mi hija se cerró inmediatamente después de nacer. Amamantó y durmió, durmió y amamantó, y a pesar del hecho de que mis pezones se estaban agrietando, mis pechos estaban hinchados y doloridos, y mi cuerpo estaba agotado, sentà que estaba bien porque estaba haciendo algo tan natural y tan importante. para mi hija. Porque estaba amamantando a mi bebé con éxito.
La única cosa que planeaba hacer, que querÃa hacer y que ansiaba hacer más que nada como una nueva madre era lo que de repente no podÃa soportar.
Lamentablemente, esa buena sensación no duró. Aunque estaba amamantando todo el dÃa, todos los dÃas, antes de que pasara mucho tiempo, me encontraba agotada y abrumada por la presión de ser su único proveedor. Me enojé cada vez que mi hija querÃa alimentarse, a menudo incluso resentida por el hecho de que necesitaba alimentarse en primer lugar. Hubo momentos en que no podÃa soportar el sonido de sus gritos o la vista de su pequeño cuerpo grueso. Y nunca sabré si estos sentimientos fueron el resultado de la lactancia materna o de mi depresión posparto que aún no se ha diagnosticado. Todo lo que sabÃa era que lo único que planeaba hacer, querÃa hacer y anhelaba hacer más que nada como una nueva madre era lo que de repente no podÃa soportar. Ya no tenÃa el deseo de abrazar a mi hija, abrazándola sentida de memoria y rutina, como una tarea, y en lugar de sentir el amor maternal, me sentÃa atrapada.
Extraño ese sentimiento que vino de ser necesitado tan a fondo y completamente. Extraño ser el centro de su mundo.
A pesar de que me sentÃa de esa manera, mirando hacia atrás, todavÃa echo de menos la mirada dulce y embriagadora que me daba, su glaseado medio despierto y medio dormido después de amamantar. Extraño la forma en que su pequeño y retorcido cuerpo se sentÃa en mis brazos. Extraño el rasguño de sus uñas contra mi piel desnuda. Claro, me dolió, pero ella estaba alcanzándome. Ella se aferraba a mà ... algo que rara vez sucede en estos dÃas.
Extraño poder calmarla, consolarla y pacificarla en todo momento. Echo de menos poder animarla, calmarla o dormirla usando nada más que el poder de mi propio cuerpo. Y echo de menos poder aliviar su estrés y aliviar su dolor, porque no importa dónde estemos o qué esté mal, podrÃa consolarla. Yo podrÃa calmarla. PodrÃa hacer que todo pareciera bien.
Extraño cómo ella siempre, y quiero decir siempre, dormirse mientras se alimenta. A veces nos acostábamos acostados de lado en la cama y los dos nos Ãbamos a dormir juntos. Otras veces ella dormÃa mientras se apoyaba en su Boppy y sentÃa que su cuerpo se relajaba en el mÃo. Extraño esa ternura. Extraño ese sentimiento que vino de ser necesitado tan a fondo y completamente. Extraño ser el centro de su mundo. Sé que, en pocos años, nuestro vÃnculo perfecto cambiará, y su corazón se expandirá para dejar espacio para sus pasiones y sus amigos y socios y (tal vez) su futura familia. Sé que el tiempo que pasaré siendo parte de su mundo es fugaz, y ya, la extraño.
Por primera vez en mi nueva vida como mamá, vivà sin restricciones por las presiones y normas sociales.
También echo de menos ser capaz de soportar mis pechos cuando quiera y donde quiera que esté, estoy muy contento. En los nueve meses que amamanté, mi hija cuidó en Prospect Park, Central Park y en el metro de Nueva York. Amamanté en restaurantes, cafeterÃas y en modernos bares para padres. Ni una sola vez me detuve y pensé en la "decencia". Ni una sola vez me preocupé por cómo me veÃa o por lo que otros podrÃan haber pensado. Fue liberador. Fue liberador. Y tuve poder.
La lactancia me permitió recuperar mi cuerpo al ayudarme a redefinir quién era yo y cómo querÃa que me percibieran. Por primera vez en mi nueva vida como mamá, vivà sin restricciones por las presiones y normas sociales. (Me di cuenta de que aunque afirmamos ser una cultura pro-lactancia materna, no lo somos, especialmente en lugares públicos). Extraño la libertad que vino con la necesidad de nunca disculparme o preocuparme por encubrir.
No quiero que la nostalgia pinte mi experiencia de amamantar como algo que no fue, porque nunca fue genial. Hubo dÃas que no fueron buenos, y si pudiera hacerlo todo otra vez, sé que habrÃa dejado de amamantar antes, cuando sentà a mi hija se sintió como una carga, cuando mis médicos me recetaron antidepresivos (y dejé de tomarlos). ellos por miedo a joderla. Pero sà echo de menos la comodidad que le trajo y, a veces, a mÃ. Extraño la regularidad de ello. Extraño sentirme en control, porque alimentarla y cuidarla era lo único que sabÃa que podÃa controlar. Y echo de menos la simplicidad de nuestras vidas juntos en esos momentos suaves y silenciosos. Aunque sé que todavÃa nos necesitamos y dependemos unos de otros, echo de menos la inmediatez de su necesidad para mà en esos dÃas. La lactancia fue increÃblemente difÃcil, pero me encuentro mirando hacia atrás y extrañándola cada vez más.